Dilemas éticos del cannabis terapéutico y recreativo
- Álvaro Ramos Gómez
- 27 ago
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Existe y siempre existirá un profundo debate ético en torno al cannabis. Muchas personas cometen el error de pensar que solo una de las maneras de consumo es más viable o correcta que la otra. Por si no lo habíais deducido estamos hablando sobre el uso medicinal y el recreativo, muchos consideran que ambos mundos son contrarios, que no se puede disfrutar del aspecto recreativo del cannabis sin dejar atrás el medicinal o a la inversa, pero nada más alejado de la realidad, de hecho, en muchas ocasiones estas dos maneras de aprovechar las propiedades de la planta pueden ser tanto complementarias como beneficiosas.

Por un lado, los férreos defensores exclusivamente del uso medicinal sustentan sus argumentos en las numerosas investigaciones y descubrimientos, que tienen su respectivo respaldo científico, que se han realizado en torno a la planta. Múltiples estudios han identificado beneficios en el tratamiento del dolor crónico, náuseas inducidas por quimioterapia, epilepsias resistentes y otras dolencias. La regulación en países como España o Uruguay busca garantizar calidad, dosis controladas y acceso bajo supervisión médica, vinculándolo al derecho a la salud y a la dignidad del paciente.

Pero en este punto surgen los primeros dilemas: ¿Saben las personas lo que es mejor para ellos mismos? ¿Hasta qué punto se extiende el derecho a una planta que (como cualquier medicamento) no es inocua? Aunque la percepción pública tiende a considerarlo menos dañino que otras sustancias, el consumo continúa asociándose a riesgos, como efectos sobre la salud mental y el desarrollo del cerebro, sobre todo si se inicia su consumo en edad temprana.

Por otro lado, la legalización del consumo recreativo se apoya en argumentos de libertad personal, reducción del mercado ilegal y justicia social. Quienes antes consumían, plantaban y compartían bajo pena ahora podrían hacerlo bajo un nuevo marco regulado. Pero esa narrativa esconde también sus propias cuestiones éticas: ¿atropellaría el estado esa nueva libertad si luego impone límites de dosis o impuestos? Y, además, ¿Qué hay del riesgo de normalización social, especialmente entre jóvenes, y del potencial incremento de consumo problemático.
Todos podemos estar de acuerdo en que la planta de cannabis va más allá que un simple uso unidimensional o por un motivo concretable. Cuando se emplea con prescripción médica, la sociedad generalmente la acepta dentro de un marco de cuidado y precaución. Pero cuando su uso es recreativo, se vuelve objeto de debate, estigma social y retórica puritana mucho más intensa.
Los antropólogos Marty Otañez y Aaraón Díaz Mendiburo han escrito y publicado una serie de cuatro libros titulados "Rompiendo Estigmas: Arte y Cannabis en Norte América". Foto de University of Colorado Denver.edu
Un ejemplo claro es cómo los medios de comunicación tienden a reforzar estigmas en contra del cannabis recreativo, mientras aceptan con menor resistencia el medicinal pero invisibilizan en muchas ocasiones sus avances.
Otro punto crítico surge respecto a la equidad en el acceso al cannabis terapéutico. Si el coste o la burocracia limitan el acceso, el supuesto derecho a la salud queda sesgado. Mientras tanto, el uso recreativo regulado podría dejar fuera a comunidades marginadas y continuar perpetuando penalizaciones y estigmas desproporcionados.
El reto ético consiste en reconocer que hablamos de una misma planta con usos claramente diferenciados, pero que muchas veces comparten consumidores, circunstancias y efectos. La sociedad y sus políticas públicas deben evitar binomios hipócritas: el cannabis medicinal no es milagroso, ni todo el recreativo es perverso. Una regulación más informada y por tanto más positiva tanto para consumidores medicinales, recreativos y aquellos que no consumen debe sustentarse en unas bases científicas rigurosas, equidad en el acceso, responsabilidad social y sobre todo transparencia en la comunicación.
En esa tensión que se da entre el cannabis terapéutico “versus” el recreativo reside la oportunidad de avanzar con políticas más coherentes, humanas y basadas en evidencia. Porque el verdadero dilema no es la planta en sí, sino cómo decidimos colectivamente emplearla. Dilemas éticos del cannabis terapéutico y recreativo

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